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Un detective suelto en el sistema educativo

02-05-2001

Alicia Dellepiane 
Para LA NACION
02 de Mayo de 2001 

Félix Constructio no pudo dormir desde que leyó una idea formulada por el doctor Guillermo Jaim Echeverry: no se trata solo de preguntarnos qué mundo vamos a dejarles a los jóvenes, sino a qué jóvenes vamos a dejarles el mundo. No estaba solo con su preocupación. Una encuesta de Gallup indicaba que para el 85 por ciento de los argentinos era necesario un cambio en el sistema educativo.
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"En el siglo XIX había un proyecto claro sobre qué hacer con la educación, y la figura emblemática fue Sarmiento. Hoy, en pleno siglo XXI, no tenemos un proyecto clave. Para resolverlo falta una mirada de estadista. Tenemos cerca de 800.000 docentes a los que nos obstinamos en tratar como peones de la instrucción pública. Pero de ellos depende en gran medida el futuro de la Argentina. El país que se prepare para el porvenir destapando el genio de su gente va a poder avanzar a un ritmo sin precedente, pero el que no lo haga se va a atrasar como nunca en su historia. La escuela no mejorará si no se eleva el nivel de los docentes", se alzaban las voces de los expertos.
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Félix tenía que confirmar si este brote de inteligencia emocional, de reconocimiento de la importancia de lo humano, no sería un error, una debilidad, una gripe del alma. Alguien tan racional como Mario Bunge vino en su auxilio: la buena escuela no se limita a informar sino que forma, enseña a pensar y a actuar, a aprender por cuenta propia y a comportarse en sociedad. En otras palabras, transmite no solo conocimientos sino también valores.
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¿Será lo humano el factor de cambio deseado por el 85 por ciento de la gente? ¿Qué pasaría si el sistema educativo patrocinara valores, permitiera la formación integral y permanente del hombre y la mujer para que se realizaran en las dimensiones cultural, social, estética, ética y religiosa, de acuerdo con sus capacidades y guiados por los valores de vida, libertad, bien, verdad, paz, solidaridad, tolerancia, y justicia? Y tuvo una sensación extraña: súbitamente se dio cuenta de que eso ya estaba escrito. Era el artículo 6 de la Ley Federal de Educación.
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Dificultad de ver lo obvio
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Félix tenía que saber si iba por buen camino. Llamó a los ministros de Educación de todas las provincias, a supervisores, equipos técnicos, docentes, profesores, académicos, representantes gremiales, padres, y les preguntó acerca del sentido de la educación: "¿Es formar personas que desarrollen su potencial, ciudadanos que construyan un país sin corrupción estructural, con más solidaridad, más creatividad y conciencia de la interdependencia?". Dijeron que sí.
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Les preguntó acerca de los docentes: "¿Son modelos y replicadores de valores, conocimientos y actitudes? ¿Pueden y deben llevar a cabo un proceso de perfeccionamiento educativo? ¿Hay diferencia entre el proceso de aprendizaje que pone en marcha un docente motivado, consistente entre sus ideas y sus prácticas, bien considerado en el imaginario social, capacitado para lograr objetivos y transmitir valores humanos, y el que desencadena un docente frustrado, desesperanzado, agobiado ante las dificultades?". Todos coincidieron.
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Y se preguntó si no sería un estado interior, relacionado con los valores predominantes de una cultura, lo que está en la base de la transformación social. "No puede ser: lo importante es la economía", rebufó molesto. Pero el pensamiento persistió. Parecía cobrar vida propia para mostrarle algo que por obvio nadie parecía ver: el fundamento de la transformación social está en la educación en valores, y su instrumentación, en la capacitación docente.
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Félix recurrió a Serena, su amiga entrañable, creativa y práctica. "¿Será esta la idea innovadora, visionaria, con la cual lanzarnos al siglo XXI?", le preguntó.
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"Seguramente -dijo Serena-. La ventaja competitiva de las naciones deriva de su potencial de recursos humanos y de su capacidad productiva, cada vez más ligada, en la sociedad del conocimiento, al sistema educativo, científico y tecnológico. Se habla de la falta de recursos y no se ven aquellos con los que se podría contar. Tenemos tantos docentes, el capital humano del sistema educativo, cuya capacidad está subutilizada. Las dificultades económicas son importantes, pero con más solidaridad, cooperación, respeto por el bien común y creatividad, las soluciones serían más factibles. Para maximizar la calidad de la educación es necesario revalorizar en los docentes la importancia de su función y darles herramientas para que reencuentren y desarrollen sus capacidades. ¡Sería como poner en funcionamiento un gigante dormido! Es imperioso que los que establecen políticas educativas salgan del laberinto de la urgencia y den prioridad a formar personas responsables, con capacidad de aprendizaje formal, y creativas, que la sociedad necesita. En esto, el hilo de Ariadna es el factor humano."
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Félix Constructio llegó a la conclusión de que un proyecto visionario y transformador del sistema educativo tenía que basarse en la formación en valores y debía ser instrumentado a través de los docentes. Se preguntó qué pasaría si existiera una metodología de formación en valores, una propuesta de capacitación de la que pudieran elegir participar docentes de todo el país, que les permitiera desarrollar sus capacidades para convertirse en modelos y replicadores de respeto interpersonal y social, valoración del saber, cooperación, curiosidad intelectual, solidaridad. Una herramienta que, favoreciendo la equidad, llegara tanto al pueblito más lejano como al más activo centro cultural.
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En su investigación descubrió que tal metodología existía, que estaba auspiciada por la Unesco y la OEA, que tenía excelentes informes técnicos de ministerios provinciales, que académicos de educación la consideraban de enorme valor y que representantes gremiales le daban el visto bueno. Sin embargo, su puesta en marcha no terminaba de concretarse.
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Félix Constructio quería dejar el mundo a jóvenes cuyos valores y capacidades reflejaran lo mejor de lo humano. En su ejercicio detectivesco comprendió que sin una mirada visionaria acerca del lugar de los docentes en el sistema educativo, esos jóvenes podrían no existir.
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"El nuevo Sarmiento todavía no ha aparecido", pensó.
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La autora es licenciada en psicología, directora académica del Programa Aletheia de desarrollo humano y acción solidaria.