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Jardín, alfombra persa y amantes

01-01-2011

Alicia Dellepiane 
Para D&D Nº56

La palabra jardín tiene su origen en gard, cercado; geard, cerrado; yard, patio; gart, círculo. Hablar de un jardín implica considerar un lugar limitado, tapiado, cercado. Estos límites externos del jardín, a diferencia de los bosques o grandes extensiones, pueden aludir a un espacio interior que se diseña y se cultiva, y en el cual se encuentran las dos naturalezas humanas: la material y la espiritual. 

En el jardín están presentes todos los elementos: el sol y el agua, la tierra y el aire, lo mineral y lo vegetal, lo femenino y lo masculino. Y el ciclo de la vida y sus aprendizajes: el desapego en las hojas caídas del otoño; la retracción, la espera y la paciencia en las ramas vacías del invierno; la alegría en la explosión de azaleas en primavera; la madurez en el sostenido y vibrante crecer del pasto en el verano. 

La primavera toma en el jardín un lugar de privilegio. Le permite irrumpir y desplegarse en toda su belleza, como la Afrodita de Boticcelli. Las plazas -los jardines públicos- se tapizan de gente, y los cuerpos parecen girasoles rotando en busca del sol. Quienes viven en plena ciudad suelen recibir el impacto magnético que los lleva a trasladarse al verde. (Por supuesto también podemos escuchar el relato de alguna persona que prefiere bajar las persianas para no enterarse que hace un día divino). Las casas, aun con jardines muy pequeños, son convocantes para amigos y familiares. Nuestra relación con animales y plantas crece y se expande en el jardín. Los viveros pasan a ser el mejor shopping. Y cuando accedemos a una vista extendida, se nos hace evidente que el cielo es el infinito a nuestro permanente alcance. 

Tocar la tierra, pisar el pasto, observar una flor que nace o que se marchita nos hace pensar que el jardín podría ser un ámbito privilegiado para el aprendizaje de la vida, ya que cualquiera sea la forma que tome -silvestre, ordenado, zen, acuático, cubierto- nos muestra el proceso de crecimiento. San Bernardo de Clairvaux sugería: "Encontrarás en los jardines más que en los libros. Los árboles y las piedras te enseñarán lo que nunca podrás aprender de un maestro". 

Se sabe que el Paraíso del Génesis era un jardín, y si bien está descripto en las tradiciones musulmana, cabalística, egipcia, griega y romana, es en Persia donde toma un significado metafísico y místico. El amor a los jardines se manifiesta en canciones, poesías y en las famosas alfombras persas llamadas "de jardín", en las que canales rectilíneos que se cruzan en ángulo recto circunscriben cuadrados llenos de flores y arbustos y separan espacios en los que nadan peces. 

En su libro Iron John acerca de la nueva identidad masculina, Robert Bly señala: "Jardín sugiere un lugar acotado, separado del corral, del campo de granos, del bosque, del desierto, para que los seres humanos puedan cultivar en él sus plantas o sus flores preciosas." Propone que en el jardín las plantas naturales se desarrollan de acuerdo con un plan, y que en él surge lo cultivado más que lo agreste, los límites más que la sociabilidad ilimitada, las inquietudes espirituales en lugar de las obsesiones exteriores, la pasión a diferencia de la sexualidad grosera, el crecimiento del deseo espiritual ocupando el espacio de la codicia generalizada por las cosas. 

En la literatura, el jardín es un escenario para los hechos más importantes en las vidas de los grandes amantes. Y el amor siempre amplía, cultiva y hace florecer el espacio interior. Paradójicamente, el jardín es un lugar en el cual podemos desarrollar la introspección. 

Cultivar es la condición para empezar un jardín o para vivirlo realmente. Cultivar implica ocuparse de lo pequeño, de lo cotidiano: sacar los yuyos, reponer las plantas lastimadas, sembrar, regar, darle aire a la tierra; estar atentos. Lo mismo ocurre con el cuidado de nuestro mundo interno y de los vínculos que queremos que florezcan. Ambos requieren sacar los yuyos de los pensamientos o sentimientos hostiles, cambiar por otras nuevas a las relaciones agotadas o desgastadas, sembrar ideas y objetivos, regar con actos amorosos, fertilizar a través de una nueva comprensión. 

Por eso podemos concluir con Bly: "El camino del jardín es el del interés por los sentimientos diminutos, casi imperceptibles. Ese es el modo en que se comportan los amantes". 


Por Alicia Dellepiane 
D&D 56


Para la reproducción parcial o total de este texto debe figurar el nombre del autor y la siguiente leyenda: "Texto de la revista D&D Diseño y Decoración en Argentina. Registro de Propiedad Intelectual Nro 130324"